Ante la incertidumbre se generan dos reacciones: movilizarse o paralizarse. Y vaya si el mundo, con sus cambios permanentes, muchas veces violentos y siempre veloces, obliga a vivir con la incertidumbre como norma. Pero ahí también hay desafíos y oportunidades, convicción con la que la Facultad de Psicología (UNT) organiza la novena edición del Congreso de Psicología del Tucumán. Destacar el título del encuentro implica una redundancia pero no deja de ser contundente: “La psicología en un contexto de incertidumbre: desafíos y oportunidades”. Movilizarse es la consigna.
La cuestión es que Silvia López de Martín (decana de la Facultad y presidenta del Congreso), Nora Abate (presidenta del comité organizador) y María Paula Carreras (presidenta del comité científico) visitaron LA GACETA con la misión de hablar de este encuentro internacional programado para octubre. Y como sucede en estos casos, la charla fue ramificándose en una serie de valiosos conceptos atados al quehacer profesional. La irrupción de la tecnología -con una inteligencia artificial que no genera tanto recelo como podría suponerse-, la inserción laboral de los psicólogos del siglo XXI y los retos que afronta la enseñanza a las nuevas generaciones son tópicos ineludibles.
Abate: hemos pensado en la incertidumbre, pero también en los desafíos y en las oportunidades. La incertidumbre siempre tiene que ver con lo incierto, ¿no?; en un tiempo en el que se han reconfigurado diferentes campos, no solamente desde el ámbito de lo disciplinar, sino también desde la enseñanza y desde el aprendizaje. Es ahí donde queremos empezar a trabajar, porque lo incierto nos permite cuestionarnos, nos permite repensar, nos permite volver a posicionarnos desde algún lugar. Hablamos de las consideraciones éticas en torno a la investigación, la extensión y la territorialidad a nivel de la vinculación con la comunidad. Son grandes cuestiones que hacen a la enseñanza de la psicología, porque se trata de cuestiones que repercuten en el ámbito académico. Creo que el Congreso es una oportunidad para repensar eso que está en proceso de reconfiguración: ¿Dónde estamos parados y hacia dónde vamos disciplinarmente?
López: mi percepción en este punto es todo lo contrario, porque creo que una de las disciplinas que no va a poder ser reemplazada por la inteligencia artificial es la psicología. Cuando buscamos una respuesta en el ChatGPT encontramos algo generalizado de acuerdo con distintas teorías, mientras que lo que nosotros abordamos desde la psicología es la subjetividad y es la singularidad, la clínica del caso por caso. Esa mirada, el contacto, la empatía, ese espacio donde puedo ser cobijado, es un espacio cuidado éticamente, con un profesional que no juzga, sino que acompaña. Entonces está bueno que la gente se convenza de eso.
López: un profesional que me va acompañando desde hace mucho tiempo tiene una historicidad, una mirada de mi vida; conoce mis fortalezas, los recursos que me son propios. Con esas posibilidades trabajamos juntos para encontrar alternativas cuando pareciera que no hay luz. Por lo general un paciente llega con una historia dominante, cargada de problemas, y a partir de la terapia lo que se intenta es encontrar el foco, ver las posibilidades, ramificar esa historia dominante. La inteligencia artificial no da respuestas de acuerdo a ese perfil individual.
Abate: los dispositivos terapéuticos se construyen en función de un perfil individual de desarrollo y ese perfil es único. Ahí es donde el terapeuta aplica toda su construcción académica de investigación y de formación para dar una respuesta.
López: no es un checklist de síntomas, tiene que ver con una serie de circunstancias, con el contexto.
Carreras: incluso todo lo epigenético que ahora aportan las neurociencias.
López: no hay que confrontar con los avances de la tecnología. Yo hago mucha clínica y por ahí viene un paciente que apeló a la inteligencia artificial y me cuenta: “me ha contestado tal cosa.” Entonces trabajamos con eso que trajo. ¿Qué le sirve? ¿Y qué siente que no le sirve? ¿Y qué se le ocurre que podríamos hacer? En esas situaciones no se trata de pelearnos con las nuevas tecnologías, sino de sumar la voz de la inteligencia artificial al espacio y ver qué de ahí le resonó a ese paciente, lo hizo pensar nuevas posibilidades o lo hizo sentir incómodo. Por eso cuando los pacientes me traen conversaciones con el ChatGPT no me molesta en absoluto; al contrario, propongo ponerlo en el espacio terapéutico.
Carreras: uno de los desafíos que tenemos en la universidad es cómo inculcar en los estudiantes un uso ético de la inteligencia artificial, porque no la podemos desconocer. En el campo de la investigación trabajar con la IA es un gran avance, posibilita un nuevo camino. Hoy se genera la necesidad de que los formadores puedan transferir todo esto a quienes están, justamente, en ese proceso de formación.
López: las nuevas generaciones incorporaron las nuevas tecnologías para estudiar y para abordar su trabajo. Las áreas de inserción de la psicología son muchas: laboral, jurídico forense, educacional, clínica, sanitaria, social-comunitaria; y cada situación demanda una respuesta. Cualquier sugerencia o saber que obtengamos a partir de la IA es un aporte, pero no hay que perder la especificidad del campo de la psicología, que es el caso por caso, la singularidad. Y lo importante es que cualquiera sea la especificidad en la formación siempre debe estar transversalizada por la ética. En el uso de la inteligencia artificial hay un delgado límite entre lo que es ético y lo que no es ético. Hay que pensarlo desde ese lugar y no desde el todo vale.
Abate: la inserción en el mundo laboral implica una gran incertidumbre y por eso es importante no acotar ese campo de inserción a la clínica, porque es mucho más amplio que eso y las nuevas generaciones tienen esa mirada. Nosotros entrábamos, por ejemplo, al Ministerio de Educación, al Siprosa o a la Facultad y suponíamos que ahí nos íbamos a jubilar. Todo eso cambió, las nuevas generaciones son más nómades: “estoy un tiempo acá, esto me sirve de plafón para ir a otro lado y después para otro y voy viendo las oportunidades”. Hay mucha más flexibilidad. La cuestión es que la Facultad proporcione las herramientas para que puedan moverse en todos esos ámbitos.
Abate: uno nunca deja de formarse. La Facultad es el primer escalón y eso es algo que los estudiantes tienen que comprender en todas las disciplinas. Lo que viene después es una etapa de la formación en áreas específicas. La cultura anterior daba mayores certezas: entrar a un trabajo, transitar, jubilarse. Todo ha cambiado y en ese caso la incertidumbre moviliza a querer saber más en el sentido del conocimiento, a buscar nuevos trabajos. Pero muchas veces también paraliza, porque este es un mundo de transformaciones políticas, sociales y económicas, y depende de cada persona cómo las enfrenta. Para eso la Facultad tiene que construir el saber desde un espacio específico que es la psicología, pero a la vez abrir la cabeza de los chicos.
Carreras: es muy importante pensar desde la universidad y desde nuestra Facultad cómo incluimos a aquellos sujetos que tienen dificultades para aprender o para transitar las trayectorias educativas. Ahí tenemos otro gran desafío, que es repensar la currícula, el plan de estudios, para brindar las competencias que hagan posible la inserción laboral. En algún momento el psicólogo quedó reducido al ámbito clínico y eso estaba atravesado por la formación en el plan de estudios. Por eso estamos repensando desde la academia cómo actualizar los contenidos.
López: el título de grado es un instrumento, pero después siguen la formación, la práctica. En la Facultad también tenemos la Tecnicatura Universitaria de Acompañante Terapéutico, un área que se está expandiendo mucho y es una carrera muy demandada.